viernes, 24 de mayo de 2013

Los moradores de Picos de Europa

Diario de León.  24 de Mayo 2013

DÍA EUROPEO DE LOS PARQUES NATURALES. «Mi parque, mi pasión, mi historia»

Dobra y Vega recorren varios kilómetros en trineo para llegar al colegio, Toño vive desde el 1 de abril en los riscos para proteger a sus cabras del lobo, los mellizos Gonzalo visten igual hasta en la cuadra, una biznieta del Cainejo se queja de que el invierno ha sido demasiado corto; la vida es sorprendente en el parque nacional.
marco romero | león
 

Los hijos de los guardas del refugio de Vegabaño recorren más de tres kilómetros en trineo y seis en todoterreno para acudir cada día a clase en la escuela de Oseja de Sajambre.  reportaje gráfico: Jesús f. salvadores
 Dobra y Vega viven rodeados de lo que el resto del mundo sólo puede admirar en zoos o jardines botánicos, pero en su universo los animales no están cautivos y la naturaleza es incontrolable. Como el invierno que queda atrás, uno de los más duros que se recuerda en tiempos recientes. Los hermanos han tenido que madrugar este año un poco más que el resto de los niños del valle para ir al colegio. Viven en el refugio de montaña de Vegabaño, un lugar de cuento enclavado en una pradera a 1.432 metros de altitud rodeada de bosques de haya y roble. Pero sobrevivir a los estragos del frío y de la nieve aquí no es nada fácil.
A las siete y media de la mañana, cuando el sol tiñe de naranja la cumbre de Peña Santa, Julián y Nuria terminan de abrigar a los niños para iniciar la odisea diaria de ir al colegio a Oseja de Sajambre. Hay mucha nieve para coger el todoterreno, pero poca para conducir con la motonieve, así que hoy le tocará hacer el trabajo a ‘calcetines’, un perro pastor que fue abandonado en el macizo y que la familia recogió y cuidó hasta convertirlo en su quinto miembro. Ahora, además de dar la vida por sus dueños, el perro ha aprendido a tirar del trineo que permitirá llegar a tiempo al colegio a los valientes Dobra y Vega. Recorrerán tres kilómetros por una empinada pista forestal hasta llegar al primer pueblo, Soto de Sajambre. Pese al frío, ni un moco. Ahora faltan seis kilómetros más en el todoterreno por una peligrosa carretera totalmente cubierta de nieve. En el medio, un nuevo percance. «Niños, alud. ¡Dobra, cuidado!», advierten al intrépido niño. Todos cogen la pala —los pequeños tienen la suya a escala— y empiezan a retirar la nieve que obstaculiza su llegada a clase. Entretanto, el padre les explica que eso es lo que se ha hecho toda la vida en estos pueblos, aunque sin el seguimiento de una cámara. A las nueve y diez, el vehículo aparca frente al colegio de Oseja. Diez minutos de retraso justificado por un viaje rutinario que para cualquier otro niño sería la aventura de su vida. «Si no hubiera sido por la voluntad de movernos en la nieve, este año los niños habrían faltado más de un mes a clase», asegura el guarda de Vegabaño.
Excepcional, como casi todo en Picos de Europa, el único parque nacional de España y uno de los pocos del mundo que tiene núcleos de población en su interior. La incomunicación que ha padecido la zona durante siglos ha conservado costumbres y apellidos durante generaciones. Y hoy Picos de Europa, visto a fondo, es probablemente uno de los lugares más singulares e interesantes del planeta, donde es igual de fácil toparse con un quad último modelo que probar un queso con receta centenaria. Lo peor es el relevo, que no hay.
Carla estudia en el colegio de Oseja, con Dobra y Vega. Al acabar la tarde da unos pases de fútbol en la carretera, por la que apenas pasan coches. Los pocos que lo hacen llevan matrícula extranjera y, de ellos, la mayoría tienen el volante a la derecha, lo que da idea del perfil de visitante que mueve el parque. La niña tiene el libro abierto de matemáticas junto a un ventanal con vistas panorámicas a las montañas. Entre chute y chute —algo que hace con mucho estilo— ayuda en el bar de la familia. Además saca buenas notas. Y como casi todos los servicios que utiliza Oseja, prevé que la llegada al instituto sea en Cangas de Onís, a poco más de 35 kilómetros a través del desfiladero de los Beyos, y no en Riaño. Esto ya es una tendencia entre los chavales del municipio.
Al otro lado del macizo, a media hora en coche y atravesando los puertos del Pontón y Panderrueda, está el valle gemelo de Valdeón. «Se vive bien. Nos criamos aquí y vivimos bien. ... ...